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1. En qué te basas para tomar decisiones.
Puede parecer sencillo, hasta simple, pero, así como básico o simple resulta fundamental el análisis antes de tomar decisiones y en qué basarte cuando llega ese momento.
Intentemos con no abrumarnos entre las muchas variables que permiten medir el manejo que realizas. Primero lo primero, saber dónde estás ubicado y hacia donde diriges tu propiedad es la clave para cumplir tus metas.
Como en toda actividad empresarial, la administración agropecuaria requiere que tengas claras tu misión visión y que estas sean computables
Cuando queremos conocer que tan buen manejo realiza un campo, cuáles son números, lo primero que se nos viene a la cabeza o que preguntamos es la carga global de animales.
Puntos críticos que nos señalan si estamos en un buen camino en nuestra ganadería
Preguntamos cuántos animales tenemos y con cuantas hectáreas cuenta la propiedad para rápidamente hacer la división, un indicador sencillo que nos permita saber cómo calcular la carga animal de una propiedad ganadera
Pero no nos confundamos al creer que con la cantidad de animales por hectárea ya tenemos suficiente información para saber la salud con la que cuenta una propiedad.
Los kilos por hectárea, la información vital
Muy rara vez el ganadero pregunta cuántos kilos de carne produce por hectárea y muchísimo más raro es que se sepa la respuesta. Quienes saben esa respuesta son lamentablemente la excepción de la regla. La falta disciplina en la toma de datos o lo que es más grave la falta de conocimiento en saber como determinarla es lo que lleva a que muy pocos ganaderos sepan dónde están parados.
Sin ánimos de sonar alarmistas lo que se pretende es identificar señales de alerta sobre nuestras conductas como administradores de unidades productivas para que la alarma no sea mayor, cuando el resultado de no practicar el ejercicio de medir productivamente nuestra empresa sea un impacto económico que retrase el crecimiento de nuestro campo.
No medir lo que producimos es perder dinero
El conocer cuánto producimos y a que costo es lo que nos permite tener una idea clara de la empresa qué conducimos y también nos permite establecer metas concretas para los siguientes años. Teniendo metas concretas y sobretodo datos tanto productivos como económicos es que nos facilita la toma de decisiones y el no desviarnos del objetivo prestablecido. Nos acorta el tiempo en concretarlas y sobretodo recursos económicos, dos aspectos totalmente finitos.
La mayoría de las veces es la intuición, los comentarios de amigos del sector o el copiar modelos ajenos que nos llevan a tomar las decisiones diarias de la empresa y NO los datos. Se imaginarán a que resultados nos lleva tanta liviandad en el sustento para tomar las decisiones.
Si quieres cambiar esta realidad en la que se encuentran muchos productores, es muy fácil, en este blog encontrarás artículos donde intentamos darte herramientas para poder conocer medir y analizar los parámetros, por supuesto no dudes en contactarte con nosotros y te ayudaremos a generar la información necesaria para tomar decisiones y establecer las metas (productivas y económicas) con claridad de tu empres
2. En qué camino te encuentras
El empresario, ganadero o productor, es la persona clave que, mediante sus decisiones, va a determinar la dirección o el camino que va a seguir su propiedad.
Tenemos tres caminos, el manejo que realizas, es quien delata tu elección.
El primero de los caminos y lamentablemente el más transitado, es el camino de la degradación. Es decir, a medida que pasan los años el sistema o la propiedad se encuentra con menores tenores de fertilidad, menor potencial de producción, y mucho más dependiente de insumos externos para lograr seguir sobreviviendo. Traducido en variables concretas, cada año tenemos menor carga animal, menores ganancias individuales, menores % de preñez, por ende, recurrimos a insumos externos para poder sostenerlos (suplementos, balanceados, agroquímicos) encareciendo enormemente el sistema y por supuesto achicando los márgenes.
“Los paisajes” que solemos ver en este camino de la degradación es el de la quema de potreros, practica muy común, otro paisaje característico es bajísima carga instantánea, es decir potreros con grandes extensiones y ocupándolos tropas de animales pequeñas, nulo componente arbóreo, los alambrados en estos paisajes por lo general son de púa o convencionales, sin uso de cerco eléctrico, muy bajo stand de plantas deseables y muchísimas malezas, hormigueros como sembrados y por supuesto, animales flacos, bolsillo flaco y el ánimo del productor por el piso.
El segundo, es el camino de la sustentabilidad, camino del cual se habló muchísimo los últimos años, y gran cantidad de productores torcieron el volante hacia esa dirección. En este camino con el correr de los años, los sistemas permanecen con igual aptitud o potencial de producción, es decir, los niveles de fertilidad se mantienen, debido a que reponen nutrientes mediante la fertilización. El productor recibe un campo con el mismo potencial que se lo entregará a la generación siguiente.
“Este paisaje” es mucho más agradable y placentero que el primer camino. Aquí “la ruta” nos muestras potreros con menor infestación de malezas, mayor stand de plantas deseables, más verdes, animales más gordos, comenzamos a ver cercas eléctricas, uso de reservas tanto de silos o rollos.
Pero lo que no nos muestra es que se logra todo este paisaje mediante el uso de grandes cantidades de insumos externos como son los agroquímicos, para mantener limpios los lotes, el uso de personal ajeno (contratistas) a la empresa para limpiar manualmente los lotes o matar los hormigueros, los suplementos para mantener gordos los animales, todas prácticas que encarecen enormemente los costos.
El tercer camino, es el camino de la regeneración. Donde únicamente por el manejo que adoptemos, los niveles de fertilidad y el potencial del campo aumentan año a año. En resumidas cuentas, recibimos una propiedad que al momento de entregarla a la generación siguiente cuenta con mayores niveles de fertilidad, mayor potencial de producción, mayor capacidad de resiliencia (capacidad de amortiguar un problema, léase sequía, inundación, vientos, picos de calor o heladas), y menor o nula dependencia de insumos externos2..
3. Manejo. La llave del éxito
Últimamente los sistemas ganaderos, le dieron demasiada importancia a las tecnologías de insumos como son la confección de silos, la compara de suplementos, el confinamiento, el uso de fertilizantes y agroquímicos para las pasturas, y así podríamos seguir nombrando una infinidad de herramientas que el productor sale a comprar al mercado y que impactan sobre la producción.
Todas estas herramientas, muy importantes, por cierto, hicieron que el productor pierda el foco en las tecnologías de procesos, las cuales no podemos salir a comprarlas al pueblo, son herramientas que necesitan tiempo generarlas, esfuerzos, disciplina y una metodología de trabajo muy clara, todas variables mucha más difíciles de lograr que simplemente desembolsar plata y adquirir un litro que agroquímico.
Esa facilidad en adquirir tecnologías de insumos y la falta de profesionalización (disciplina, tiempo, energía) en usar las tecnologías de procesos hizo que poco hincapié se haga en el manejo que realizamos con los animales, con las pasturas y con el personal que trabaja con nosotros.
Con respecto al manejo de pasturas, podemos decir que existen herramientas de fácil adopción, bajo o nulo costo y sobre todo de un altísimo impacto productivo y económico.
Si tuviese que escoger una de ellas, podemos decir que la carga instantánea (C.I.) sería la variable a colocar dentro del top 5.
En los sistemas tradicionales de ganadería, los cuales los podemos denominar extensivos, los animales (la tropa) pastorean grandes extensiones de terreno permaneciendo varios días e incluso semanas dentro de una misma parcela, hasta que son movidos a la parcela o potrero siguiente.
Esto, que básicamente se denomina, tiempos de ocupación, es la llave para lograr que un ambiente se degrade o se regenere. Cuanto más corto es el tiempo de permanencia u ocupación de la parcela, mayores posibilidades de regenerarlo. Entonces en las ganaderías regenerativas lo que hacemos es acortar esos tiempos al máximo, a tal punto que algunos campos logran llegar a estar solamente un par de horas.
Ahora, para poder acortar los tiempos de ocupación al máximo necesitamos valernos de la carga instantánea, que no es otra cosa que la cantidad de animales que tengo por unidad de potrero (hectárea). Ojo que hablo de potrero y no del campo. Entonces si tenemos una tropa de 100 animales pastoreando un potrero de 50 hectáreas, la carga instantánea va a ser de 2 animales x hectárea. (100/50=2)
Cuanto mayor es el número de C.I. más animales tengo en mi hectárea de potrero por ende comen más rápido esa superficie, lo cual se traduce en menores tiempos de ocupación.
Hay dos maneras de impactar positivamente sobre la C.I. una de ellas es aumentar el número de animales que conforman la tropa, y la otra es achicar el tamaño del potrero.
¿Cuál es tu carga instantánea?
Al comenzar con esta variable te propongo que trabajes con la meta del mínimo y no del máximo. Es decir, que ninguna tropa de tu campo use una C.I. menor a 100 Anim/ha por ejemplo.
Si quieres cambiar el foco y comenzar a trabajar en las tecnologías de procesos, sólo necesitas contactarte con nosotros y te ayudaremos a usar estas herramientas tan valiosas y de altísimo impacto para tu empresa.
4. El suelo, nuestro principal aliado de rentabilidad
El productor ganadero, en líneas generales, tiene la obsesión por mirar primero a la “vaca”, luego al pasto, y muy pero muy a lo último, algunas veces se acuerda de tanto en tanto de realmente observar el suelo.
Acabamos de nombrar en la frase anterior, los tres componentes de un sistema ganadero a base pastoril, (Animal, Pasto y Suelo) y el orden de importancia que le da la casi con exactitud la gran mayoría de los ganaderos.
Y, es a partir de este punto, donde podemos enriquecer la forma de ver las cosas, y ponerlas desde otra perspectiva y orden de jerarquía.
Una vez que entendemos cómo interactúan cada uno de estos componentes en el sistema, nos convencemos más de comenzar a hacer foco en mirar con mayor detenimiento al suelo, y menos al animal. Pasando en limpio, el orden de jerarquía de los componentes de nuestros sistemas de producción son Suelo – Pasto – Animal.
Si queremos tener rentabilidad en nuestro negocio, necesitamos tener buenos índices productivos, léase alta preñez, altos pesos al destete, altas cargas por hectárea, altas ganancias de peso, alta producción de leche, etc.
Para lograr que todos los índices anteriormente descriptos sean excelentes creo que no hay discusión en que vamos a necesitar de abundante forraje (cantidad y calidad) para que pueda alimentar a nuestros animales y lograr los objetivos.
Ahora bien, para tener abundante forraje, es donde entra en juego el componente suelo, un buen suelo, produce abundante forraje.
Pasando en limpio, la lógica es un buen suelo, produce abundante forraje, y abundante forraje me permite buenos índices productivos, los cuales me llevan a alta rentabilidad.
Pero cuando hablamos de un buen suelo, al ganadero lo primero que se le viene a la cabeza, es la utilización de correctores como calcáreo o yeso agrícola, o también el uso de fertilizantes químicos como ser urea, fosfato, etc. Pero nunca asocia que tener un buen suelo, es tener un suelo con abundante vida.
Exactamente el suelo, no es un sustento físico que está ahí para que la vaca pueda caminar sobre algo y no se caiga, es un organismo vivo que necesita alimento y agua. Y que cuanta más vida haya en él, mayor cantidad de forraje nos brindará y, por ende, mayores y mejores índices productivos. Es así como se componen el orden de jerarquía de los componentes de nuestros sistemas, y es ahí donde debemos comenzar a poner mayor foco en el suelo.
La buena noticia para el ganadero, es que es muy fácil y económico fomentar la vida en el mismo, posee muchísimas herramientas al alcance de su mano para hacerlo.
Una de las principales acciones que podemos realizar, es colocarle cobertura a nuestro suelo, debemos bajo todos los medios tratar que en ningún momento del año se encuentre desnudo.
5. El título bien ganado
Afortunadamente, vemos que cada vez más se está tomando conciencia de conservar el medio ambiente, las nuevas generaciones que hoy en día están tomando cargo de la actividad tanto agrícola como ganadera, tienen presente ésta problemática. Hoy es un tema que está en debate en la sociedad, y aplaudo que así sea.
Lamentablemente en esa discusión, y lo digo con mucha pena, los ganaderos no salimos bien parados.
Muchas veces por la falta de conocimiento o interés es que transmitimos una imagen de degradadores del medio ambiente, un título muy bien ganado. Por supuesto no todos pertenecemos a la misma bolsa, pero permitámonos entender las principales diferencias de ese rótulo que llevamos.
La ganadería tradicional, bajo todos los parámetros, sin caer en subjetividades, se convirtió en una actividad que produce a costillas de los recursos naturales, tornándolo cada vez más al ambiente vulnerable perdiendo su capacidad de resiliencia a cualquier cambio o stress climático y/o de mercado.
La actividad ganadera TRADICIONAL como tal, lentamente va desertificando los ambientes inexorablemente; esto es visible mediante la pérdida de fertilidad de los suelos, tanto química, como principalmente física. Los suelos están cada vez más compactados (y lo podemos comprobar mediante un penetrómetro o mediante la densidad del suelo), con menor cobertura tanto viva como muerta sobre los mismos, (la podemos medir llevando a balanza toda la cobertura que hay sobre una superficie determinada), con menor diversidad de especies y mayor proporción de especies anuales (los ambientes tienden a la diversidad de especies y a especies perennes).
Todas estas variables anteriormente descriptas, nos llevan inevitablemente a una menor capacidad de infiltración, es decir menor lluvia efectiva (de la cantidad de milímetros que llueve, cuántos efectivamente se logran incorporar al suelo, y cuantos milímetros escurren por la superficie), entonces no solo evidenciamos un cambio en la frecuencia o ciclos de la lluvia sino que también la poca lluvia que nos cae no se aprovecha a cabalidad y sumado a esto tenemos otras consecuencias que conlleva como ser, la erosión hídrica, cárcavas en los caminos, pérdida de la mejor capa del suelo, contaminación de los cursos de agua naturales, cada vez un mayor dimensionamiento en obras civiles y por supuesto al tener menor cantidad de agua retenida los suelos, tenemos menor producción de forraje, principal recurso para aumentar productividad.
En resumen, la generación siguiente recibe un campo o propiedad con menor potencial de producción que la actual.
Cuando hablamos de ganadería tradicional, para poder entenderla y sobretodo identificarla, es que nos basamos, no en un ambiente específico, ni en el uso de una raza en particular, o de cierta infraestructura, o carencia de la misma, sino la ganadería tradicional se basa en una forma de manejo de la interacción de los 3 recursos que cuenta el productor: suelo, planta y animal, donde el foco esta puesto únicamente en el tercero de ellos, y los dos primeros recursos están sumamente olvidados y hasta me atrevería a decir que sobretodo del recurso suelo, ni puesto en consideración. En definitiva, la ganadería tradicional al no hacer foco en la planta, no respeta los tiempos de ocupación y descanso de las pasturas o pastizales naturales, y al no hacer foco en el recurso suelo, no respeta las variables descriptas en el párrafo anterior de cobertura, biodiversidad o fomento de la biocenisis del suelo.
En la ganadería regenerativa, la visión parte del suelo, donde si tenemos un suelo sano, tenemos abundancia de forraje, y si tenemos abundancia de forraje, tendremos animales productivos.
Como ventaja de esta forma de manejo, el suelo se vuelve más fértil, con mayor capacidad de retención de agua e infiltración de las lluvias, devolviéndole mayor capacidad de resiliencia al ambiente, permitiéndonos sortear mucho mejor cambio o stress climático y/o de mercado.
Fruto de un manejo con tecnologías de procesos, (observación de los tiempos de descanso y ocupación de las pasturas, uso de cargas instantáneas altas, ajuste de cargas, uso de cerca eléctrica, entre otras cosas cosas), es decir, conocimiento aplicado en el día a día, es que aumentamos la fertilidad de suelos y ponemos la naturaleza a trabajar de nuestro lado, prescindiendo cada vez más de tecnologías de insumos (agroquímicos, fertilizantes) que no hacen otra cosa más que luchar en contra de la naturaleza, situación muy costosa5..
6. Como saber si mi campo está con sobrecarga
Lo primero que hay que entender es que los animales, o en este caso, la tropa de animales, rotan en cierta cantidad de potreros. Aunque parezca una obviedad, no todos los ganaderos logran entender esa obviedad, ya que la mayoría no sabe a qué “velocidad” dan la vuelta o rotación sus animales. Es decir, cuantos días pasan cada uno de los potreros en descanso hasta que son usados nuevamente.
Una de las claves para no sobrecargar una propiedad es poder conocer esa velocidad, y saber cuándo “acelerar o frenar” ya que el manejo correcto se trata o basa en que los animales vayan rotando a una velocidad tal que permita al momento de reiniciar la rotación la pastura esté lista para recibir la tropa.
Hay ciertas decisiones que podemos tomar, que nos van a facilitar actuar sobre la velocidad de rotación.
La primera de ellas, es la asignación de una cierta cantidad de potreros a cada tropa, en los cuales rotarán durante el año. Cada tropa del campo debería tener con exactitud los potreros donde va a rotar.
En la mayoría de los campos esta obviedad no ocurre, es decir la tropa va “como pollo sin cabeza” a manotazos de ahogado, por todo el campo en busca de los potreros con algo de pasto. La asignación de ciertos potreros a cada tropa nos simplifica el manejo, y nos permite planificar la “vuelta o rotación” ya que estipulando los días que permanecerá en cada potrero podemos saber con una exactitud bastante alta, en cuanto tiempo regresará al primer lote o reiniciará la vuelta.
Sabemos que los tiempos de descanso no son iguales para todo el año, en la época de abundancia de lluvias, los tiempos son más cortos; y en los tiempos de escasez de agua, los tiempos deben ser más largos, hasta que las pastura logre estar lista para ser comida.
La velocidad de rotación está determinada por los tiempos de ocupación y el número de potreros, por ejemplo, si a una tropa le asignamos 15 potreros de misma superficie y oferta forrajera, y en cada potrero van a permanecer un aproximado de 3 días promedio para comer todo el forraje, la velocidad con la que irá la tropa será de 42 días. (15 potreros -1 que está en uso = 14 potreros en descanso x 3 días por potrero = 42 días totales hasta regresar)
De acuerdo a la época en la que nos encontramos (verano/primavera/otoño/invierno) podemos anticipar con 42 días si va a estar listo el potrero. En caso que sea un tiempo muy corto de descanso, necesitamos “disminuir la velocidad” con que los animales rotan en los 15 potreros) y en caso que sea un período muy largo podemos “acelerar la velocidad” de la vuelta.
Ahora, para acelerar la velocidad, todos sabemos, ya que tenemos pasto y podemos cambiar los animales de potrero, aunque todavía no hayan consumido toda la oferta de forraje, es la parte “fácil del manejo”, pero la cosa se complica cuando debemos desacelerar o frenar la velocidad, en el momento donde no hay lluvias y los potreros tardan muchos días en recuperarse. Ahí radica una de las principales variables de manejo.
El cómo y cuándo hacerlo.
En mi experiencia podría decir que la ganadería tradicional no conoce las herramientas para saber disminuir la velocidad o cuando las usa ya es muy tarde y los costos se eleven enormemente, con el problema además que ya agotaron todas las reservas de las pasturas, favoreciendo el enmalezamiento de los lotes, compactación del suelo, y caída de la condición corporal de los animales o ganancia de peso en el caso de los campos de carne, y caída de la producción de leche en el caso de los campos de leche.